Chavez Ravine Y La Triste Historia de Dodger Stadium
Por décadas fue una comunidad méjico-americana. Hoy es un bello parque de béisbol y un estacionamiento muy grande
Por décadas fue una comunidad méjico-americana. Hoy es un bello parque de béisbol y un estacionamiento muy grande.Este domingo pasado Los Angeles Dodgers, los mas recientes ganadores del World Series, jugaron en casa contra los New York Mets. Mas de 52,000 personas atestaron Dodger Stadium, un poco menos que el aforo permitido. Los Mets ganaron, 7-2, y los fanáticos de los Dodgers salieron del parque de pelota, buscaron sus autos y se fueron a casa decepcionados. Yo no estuve presente—me encontraba en Nueva York disfrutando los efectos de la Tormenta Tropical Henri—pero es muy probable que muchos de esos fanáticos fueran méjico-americanos. Los latinos, especialmente los de ascendencia mejicana, forman una gran parte de la fanatizada de los Dodgers.
Hay algo irónico aquí, una ironía con matices de amargura y quizá tristeza, si uno conoce la historia del lugar. Hay que escarbar un poco para dar con ella pero pero ahí está. Yo me crie en Los Angeles en los 1960s y 70s pero no conocí nada de esta historia hasta que hace unos años cuando oí un álbum de Ry Cooder llamado Chavez Ravine.
Dodger Stadium abrió sus puertas en el 1962 y es el tercer estadio más antiguo del béisbol actual. El estadio y su enorme estacionamiento, con espacio para 16,000 vehículos, están ubicados en lo que había sido un vecindario, humilde pero orgulloso, cuyos habitantes eran en su mayoría de ascendencia mejicana.
El area llegó a ser conocida como Chavez Ravine. Originalmente, la constituían tres barrios contiguos, pero distintos, desparramados por un terreno accidentado, cada uno con su propio nombre. Se llamaban Bishop, La Loma y Palo Verde.
Dodger Stadium parking lot
Hoy día no queda ningún rastro de Bishop, La Loma o Palo Verde. Como la antigua ciudad Romana, Pompeya, los barrios desaparecieron excepto que no fue un desastre natural que las borró. Fue planificado. No hay placa conmemorativa indicando dónde se encontraban ni que habían existido. Ciertamente no hay nada que recuente lo que ocurrió allí, ni cómo los barrios fueron destruidos y sus habitantes dispersados. Un cálido sábado al comienzo de este verano, conduje hasta Dodger Stadium a echar una mirada. Ese día no había partido así que las entradas estaban cerradas. La propiedad está rodeada por una valla metálica de unos 9 pies de alto y rematada con alambre de cuchillas. De la valla colgaba una señal de alto, grande e innecesaria.
Conduje por una de las calles laterales y terminé subiendo por una callejuela con dos casa pequeñas a un lado. Desde el final de la calle—otra valla, mas alambre de cuchillas, pude ver parte del inquietante estacionamiento vacío. No podía ver todo el estacionamiento desde allí pues era demasiado grande. En la distancia, por entre una enramada, alcancé ver un poco de Dodger Stadium y detrás las torres en downtown Los Angeles. Alguien ha escrito que en el estacionamiento se puede sentir los fantasmas de aquello y aquellos que antes habían estado allí. Yo no. Todo lo que vi fue un lugar para muchos automóviles vacío.
Cerca de la propiedad de los Dodgers se encuentra Elysian Park con sus 600 acres. Es un parque bonito. Dejando atrás la callejuela con vista a Dodger Stadium, pasé por un trecho angosto del parque ubicado en un valle llano. Me detuve. Vi una serie de carpas blancas erguidas sobre unos postes altos bajo las cual se celebraban fiestas. Había gente cocinando a la parrilla y desde alguna parte se podía oír el sonido vibrante de música mejicana. Casi todos parecían latinos. Al otro lado de la calle bajo una de las carpas vi varias chicas adolescentes con vestidos rosados que reían. ¿Quinceañera?
Seguí mirando y me pregunte: Cuánta de esa gente conocía la historia sombría de Chavez Ravine. Si la conocían o si se les dijera ahora, ¿les importaría? Después de todo, lo que ocurrió allí paso hace mucho tiempo. La gente sigue adelante. La gente olvida. A algunos no les importa el pasado. A algunos sí. “Los eventos que dieron lugar a la creación [de Dodger Stadium] fueron una serie de tragedias amontonadas una sobre la otra”, dice Eric Nusbaum, el autor de Stealing Home, un libro fascinante que detalla los eventos que ocurrieron hace 60–70 años. “Es una tragedia americana ejemplar.”
En la década de los 1910s, no había mucho en aquellas colinas excepto unas pocas casuchas y fábricas de ladrillos. Poco a poco, inmigrantes, principalmente mejicanos, fueron llegando, construyeron hogares, sembraron frutas y vegetales y criaron aves de corral. Por ejemplo, en 1922, Abrana y Manuel Aréchiga, ambos de Méjico, llegaron al barrio de Palo Verde. Su primer hogar fue una caseta. Luego construyeron una casa y la fueron agrandando para acomodar su familia creciente.
Aunque los barrios de Palo Alto, Bishop y La Loma se encontraban a un par de millas del downtown de Los Angeles era como si estuvieran a cientos de millas. Era una area esencialmente rural. Por décadas casi no hubo mejoras en los servicios municipales. Al principio no había calles pavimentadas. Ni gas, ni electricidad, ni agua potable, ni transporte público. La gente caminaba. Todo eso cambiaría pero lentamente y por incrementos. En general nadie se inmiscuía en este rincón de Los Angeles. Los habitantes eran mayormente pobres e hispanos.
En los años después de la Segunda Guerra Mundial, con el aumento explosivo de la población de Los Angeles, los planificadores municipales progresistas empezaron a buscar lugares donde construir vivienda social para residentes con ingresos bajos. Escogieron a La Loma, Bishop y Palo Alto. Fue allí donde se decidió construir suficiente viviendas para 10,000 residentes con ingresos bajos. La vivienda sería racialmente integrada. Habría una variedad de servicios. Comercios, escuelas, iglesias y, colmándolo todo, unas torres residenciales enclavadas en las colinas. El famoso arquitecto, Richard Neutra, las diseñaría. El proyecto se llamaría Elysian Park Heights. El problema era había que deshacerse de los residentes del area mas sus casas.
“Lo que se contemplaba era lo opuesto a Palo Verde, La Loma y Bishop con sus comunidades tan resguardadas que muchos residentes de Los Angeles nos sabían que existían,” escribe Nusbaum. “Las torres se hubieran erguido orgullosamente con vistas a el downtown y la ciudad entera. Hubieran cambiado todo el ambiente de Los Angeles.” Un planificador lo asemejó con el Acrópolis.
En 1950, los vecinos de los 3 barrios fueron informados por correo que sus hogares iban a ser expropiados, tomados por el bien público. Se les informó que se les compensaría y, a aquellos con ingresos bajos que cualificaran, se les aseguraría un apartamento en el complejo residencial nuevo y moderno. Naturalmente hubo resistencia pero eventualmente la mayoría de los vecinos capitularon. Algunos hasta tuvieron sus casas mudadas a otros lugares. Chavez Ravine empezó a vaciarse.
De pronto todo cambió. Se celebró un referéndum municipal y la construcción de las torres residenciales no fue aprobada. Se recurrió a los tribunales pero el destino del proyecto residencial lo sellaron fuerzas mayores. El azoramiento anti-comunista que arrasaba la nación dio lugar a que en el 1953 Los Angeles eligiera un alcalde conservador en lugar del alcalde progresista que respaldaba el proyecto de Elysian Park Heights. Para los anti-comunistas, el concepto de proveer vivienda social apestaba a socialismo o, peor, a comunismo. El proyecto fue suspendido.
Por varios años nada ocurrió. Entonces llegaron los Dodgers.
Walter O ́Malley era el dueño de los Brooklyn Dodgers. Ya para el principio de los 1950s estaba buscando sacar a su equipo del antiguo y apretado estadio en Brooklyn, Ebbets Field. Cuando se le denegó la posibilidad de construir un estadio mas grande en la vecindad de downtown Brooklyn, se hartó y decidió mirar en otras partes. Los Angeles le llamaba la atención. Para cortejar a los Dodgers, Los Angeles le ofreció lo que a O ́Malley le pareció un lugar perfecto para un estadio, Chavez Ravine.
“El verdaderamente tenía una visión específica y ambiciosa sobre lo que el estadio podría y debiera ser,” Nusbaum me dijo. El quería un lienzo sobre el cual pintar y ese terreno era el lienzo perfecto para el.”
La presencia de unos pocos vecinos que todavía vivían allí le hubiera parecido una pequeña inconveniencia. Se convirtió en un dolor de cabeza peor cuando una coalición poco probable de comerciantes blancos, disgustados por el regalo que creían que la ciudad le estaba dando a los Dodgers, y latinos que todavía vivían en allí recurrieron a los tribunales. Al fin y al cabo, la ciudad prevaleció. El camino para que los Dodgers pudieran construir su estadio y estacionamiento quedó libre.
Los Aréchigas habían sido unos de los rehusaban irse. No querían dinero (le habían ofrecido $10,000). Querían quedarse. Era su hogar. Su terquedad terminaría mal.
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El 8 de mayo del 1959, los policías llegaron acompañados por reporteros, fotógrafos y buldócers. Las tropas de asalto del progreso entraron a la fuerza en el hogar de los Aréchiga y echaron sus pertenencias a la calle. Dos de los hijos mayores de la pareja fueron expulsados a la fuerza. Uno de ellos fue arrestado. Los buldócers comenzaron a trabajar y en diez minutos demolieron la casa. Algunas gallinas quedaron aplastadas bajo los escombros.
“La transmisión nacional por televisión de estas imágenes...dejó un legado amargo de tensión racial entre la comunidad méjico-americana de Los Angeles y el equipo de Los Angeles Dodgers,” le dijo el historiador de UCLA, Eric Avila, a NPR [National Public Radio]. Sobre este legado de conflicto se construyo Dodger Stadium. El próximo año comenzó la obra de construcción del estadio y su estacionamiento. Lo que quedaba del terreno de Palo Verde, La Loma y Bishop fue aplanado y esculpido para crear el panorama que se ve hoy
“Eso fue la gran broma trágica de toda esta historia,” Nusbaum escribió en Stealing Home. “Palo Verde, La Loma y Bishop no quedaron como habían sido en las colinas sobre downtown. Tampoco serían un lugar de vivienda social. Ni tampoco serían el lugar para un parque de béisbol. Serían, al fin, un estacionamiento.”
Veinte dos años luego que los últimos vecinos fueron desahuciados, un lanzador de los Dodgers de veinte y un años y oriundo de Sonora, Méjico, llamado Fernando Valenzuela ganó los premios “Rookie of the Year” y el “Cy Young”, liderando su equipo a ganar el World Series. A la Fernandomania, como así se le llamó, se le acredita el crecimiento explosivo de la fanaticada hispana de los Dodgers en Los Angeles. Tienen un apodo—un neologismo castellano falso—Los Doyers. En el 2010, durante una entrevista con ESPN, a Valenzuela, ya entonces retirado, se le preguntó si sabía algo de lo que había ocurrido en Chavez Ravine, de cómo un vecindario méjico-americano había sido destruido y Dodger Stadium construido en su lugar. “No, nunca”, contesto Valenzuela, “Nunca se me hablo sobre lo que había ocurrido.”
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